domingo, 29 de noviembre de 2009

Más de 100 personalidades lationamericanas eligen a los 10 personajes más influyentes de su historia contemporánea

Escribir ayuda a pensar mejor, con mayor claridad, y aumenta la necesidad de comunicar. Ésa podría ser la idea que sustenta el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco que en su primera edición recayó en el historiador cubano Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965) por la obra Repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la Revolución de Hispanoamérica. El acto de entrega se realizará mañana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), impulsora de este galardón junto con la Fundación Santillana. La FIL se inaugura hoy y se prolonga hasta el 6 de diciembre en la ciudad mexicana.
El título del libro de Rojas se refiere a una frase de Simón Bolívar, mientras se debatía entre la empresa utópica en la que se había embarcado, la elaboración de unas constituciones casi perfectas y la realidad de unos países que difícilmente respondían a ellas: "Estamos construyendo repúblicas aéreas, repúblicas de aire". El libro retrata ocho relevantes figuras del "momento republicano", como dice su autor, entre 1810 y 1830. Estos personajes son los venezolanos Simón Bolívar y Andrés Bello, el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre, el ecuatoriano Vicente Rocafuerte, los mexicanos Lorenzo de Zavala y fray Servando Teresa de Mier, y los cubanos José María Heredia y Félix Varela.
El Premio Isabel Polanco, dotado con 100.000 dólares y una escultura de Martín Chirino, se instituyó en memoria de la consejera delegada del Grupo Santillana e hija del fundador del Grupo Prisa, fallecida en 2008.

viernes, 27 de noviembre de 2009

CRÍTICA: DIOSES Y MONSTRUOS Bunker, esa luminosa negrura

El autor de No hay bestia tan feroz es un potente narrador de enigmas y un singular retratista del mal. Su fascinante novela -que se asemeja a las confesiones de James Ellroy y Jean Genet- permite masticar su violencia, entender su soledad y compadecer su vértigo


Quiero pensar que la novela negra nunca ha dejado de estar de moda, que la inquebrantable afición de Juan Carlos Onetti a leer exclusivamente desde el acogedor territorio de su cama novelas protagonizadas por maderos y hampones la comparte mucha gente y constituye una buena forma de distraer o endulzar la existencia, que la capacidad de enganche de un género cuyas señas de identidad son el misterio, la acción, la violencia, el riesgo, y la ambigüedad moral permanece en cualquier generación y en todas las épocas, que las esencias de la negritud nunca se prestarán al esnobismo, a los que se toman como una obligación cultural o social leer en cada momento lo que conviene leer.
Es probable que el comprensiblemente adictivo fenómeno que ha supuesto el Millennium de Stieg Larsson, ese escritor tan listo y productivo que nunca pudo disfrutar de la gloria y el dinero que generaría su invento, haya animado la fenicia resurrección en las editoriales de cualquier novela con esforzada etiqueta de negritud y la oportunista reedición de los clásicos, pero a los drogotas de este género nos da igual que las razones de esta sobredosis obedezcan más al negocio que al amor. Lo único que nos importa es que haya mucho material para elegir. Puede resultar abusivo que debido a la hipnosis masiva que ha provocado la inquietante y solitaria Lisbeth Salander o el afecto que genera el muy racional, honrado, melancólico y profesional policía Kurt Wallander, y la brumosa o helada geografía que les ha parido, las librerías se sobrecarguen con todo tipo de detectives y psicópatas nórdicos, inevitablemente avalados por algún deslumbrado comentario sobre su obra de Larsson o de Mankell, pero en mi caso no tengo el menor sentido de culpa en abandonar a las cincuenta páginas una novela si ésta me aburre, la recomiende dios o el diablo. Pero es seguro que en medio de tanto énfasis promocionando mediocridades con aroma escandinavo aparezca un creador al que merezca seguirle la pista, un potente narrador de enigmas, un singular retratista del mal.
Cada habitante de esta tribu irrenunciablemente abducida por el género negro tiene filias y fobias. En mi caso, he intentado en vano que se me contagiara la pasión hacia Sue Grafton y Donna Leon. Estuve a punto de tirar la toalla ante un par de tan originales como decepcionantes novelas de Fred Vargas, pero finalmente me enamoré de su retorcido y tenebroso mundo cuando leí la magistral La tercera virgen. Le tengo simpatía al resistente Harry Bosch, pero nunca me ha deslumbrado la prosa de su creador, el mayoritariamente venerado Michael Connelly. Y aunque suene a blasfemia, llevo media vida intentando averiguar con nulo éxito dónde radica el encanto de Elmore Leonard, escritor tan reverenciado por sus colegas literarios como por los directores más prestigiosos del cine norteamericano. Admito que dialoga con un estilo ingenioso y peculiar, que maneja con estilo la ironía, que su expresividad roza lo conceptual, que abomina del sentimentalismo y de los tópicos, que tiene una mordaz y notable personalidad. Pero sus tramas y sus personajes siempre me dejan molesto regusto a parodia y esperpento, me cuesta seguirle, jamás me ha transmitido algo parecido a la emoción, a sentir el menor interés por la suerte de sus generalizados villanos, ejerzan de defensores o de transgresores de la ley. Pero sigo picando el cebo con cada nueva entrega, aunque siempre desfallezca ante ella, no la termine o la olvide rápidamente. Me ha vuelto a ocurrir con El día de Hitler, con los pintorescos nazis camuflados en Estados Unidos y con sus perseverantes cazadores.
Reservo todo mi amor para la impresionante escritura de John Connolly, aunque desde El camino blanco esté en baja forma, y para el genial James Ellroy, temible cronista del lado permanentemente oscuro de América, de un universo en el que todos son tan malos como hipnóticos. Ellroy también nos habló con lenguaje eléctrico de su obsesivo pasado y de sus infinitas llagas en la desgarrada autobiografía Mis rincones oscuros. Asocio inevitablemente esa confesión y también la de Jean Genet en Diario del ladrón cuando finalizo en dos tiradas, como sólo se leen los libros que te subyugan, la fascinante novela de Edward Bunker No hay bestia tan feroz. No hace falta ver el granítico careto del autor y saber que pasó la mitad de su existencia entre rejas por todo tipo de delitos para intuir que no está construyendo una ficción, que está hablando en primera persona a través de Max Dembo, ese profesional del atraco que al salir en libertad condicional de la cárcel sabe que no puede cambiarse a sí mismo, que a lo único que puede aspirar es a la acorralada supervivencia, que sus irrenunciables señas de identidad son la guerra contra el orden. Masticas su violencia, entiendes su soledad, compadeces su vértigo. Tampoco aquí hay nadie bueno. Todo huele a lacerante verdad. Todo da miedo. Lo único que no comprendes es que hayan tardado 36 años en publicar aquí esta novela escrita en carne viva.

'La religión americana'

Apocalípticos, videntes y profetas de Harold Bloom

  • Taurus publica 'La religión americana'
[foto de la noticia]
Harold Bloom entiende que los EEUU arrastran una genuina obsesión religiosa. "Quizá ninguna otra nación haya rechazado la muerte con una intensidad comparable a la nuestra", escribe en 'La religión americana' (Taurus).
No ha contado América con los heresiarcas reformadores de la teología europea. El protestantismo de las viejas colonias pobló su siglo (el XIX) de visiones y aparatosas profecías. La teología no ha conocido allí un sólido cultivo doctrinal. Hablando de Smith y de la Ciencia Cristiana, Bloom cita las cartas de san Pablo y el Apocalipsis de san Juan, y la cábala hebrea, y a Emerson, pero sus analogías refieren más a Blake y a Swedenborg.
El ensayismo erudito del autor no es exactamente didáctico. 'La religión americana' es un repaso deshilvanado, iluminado, a ratos irónico, a ratos admirativo, repetitivo, inagotable, inasequible y sustancialmente genial. Pocas veces se leen cosas así. Antes de entenderle a Bloom se le admira por su literatura, rico en retórica, en ingenio, en gratuidad, y en sabiduría, muy por encima de los burdos tópicos que nos alimentan. Por encima de su argumento está su personalidad literaria. Antes que estudioso es un gran escritor, y su trabajo es antes un gran libro (audaz, confuso, inspirado, digresivo) que un cotejo cultista.
"El judaísmo normativo es la religión de la ley oral, la poderosa interpretación de la Biblia expuesta por los grandes rabinos en el siglo II de la era común. El cristianismo es la religión de los padres de la Iglesia y de los teólogos protestantes que rompieron con la Iglesia, y católicos y protestantes por igual se unieron a los sabios rabínicos al ofrecer interpretaciones definitivas que desplazaron las escrituras". Así, la religión americana, unida íntimamente al espíritu nacional, es la única puramente bíblica, por encima del credo y de las Iglesias: "incluso cuando presenta y exalta textos alternativos".
Y tan alternativos. Joseph Smith ("genio religioso", repite Bloom admirando al profeta) aporta la doctrina más original de todas. No desciende de ningún Wesley, ni de ningún Calvino, ni de ningún George Fox. Le fue revelado que América experimentó 1000 años de cultura hebrea de 600 a.C. a 400 d.C. Jesús, en esos 40 días y 40 noches antes de su ascensión de los que tan poco hablan los evangelios, apareció en América y repitió el Sermón de la Montaña. Como se ve, muchos siglos antes de Colón.
Bloom insiste en que el Cristo americano ("más americano que Cristo") no es el Dios sufriente de la cruz. La representación americana de la cruz es aséptica, es una cruz vacía. El Cristo americano es un Cristo resurrecto que el individuo conoce en sí mismo. En el fondo el americano considera su yo tan antiguo como el mismo Dios, y la creación y la caída son la misma cosa. Su preocupación es una vuelta a lo primigenio. Es ésta una religión de soledad, de conocimiento interior.
Smith defendía la poligamia y la suya es una suerte de teomorfismo. Se intituló a sí mismo Rey del Reino de Dios. En 1832 los vecinos de Hiram, Ohio, lo embrearon y emplumaron. El mesías y sus adeptos sufrieron un éxodo y levantaron templos. Su historia es épica y febril como la historia de la frontera. A los 38 años una milicia lo asesinó en Illinois. Su doctrina devino pueblo, y su Sión se levantó en Salt Lake City, Utah.
El profesor Harold BloomEl profesor Harold Bloom
Por otro lado, el adventismo del Séptimo Día prendió después del 22 de octubre de 1844, cuando se pensó (con base en el Libro de Daniel) que el milenarismo llegaría (como también ha dicho Fernando Arrabal en televisión). Esto es: 1000 años de paz desde la venida de Jesús al Juicio Final. Tras la decepción, Ellen White empezó a tener visiones. A sus ojos, Satán era "como una especie de bribón de mediados de siglo, caído de la respetabilidad de la clase media".

Aritmética del apocalipsis

Muchos pregonaron el fin del mundo y después volvió a salir el sol. La última aritmética apocalíptica de los Testigos de Jehová culminó también en una sonora decepción. "Puesto que, de todos modos, la existencia humana acabó en 1975, todos somos póstumos". Ácido, Harold Bloom.
O los pentecostalistas, presos del éxtasis del Espíritu Santo."El siglo XX se inició el 1 de enero de 1901 en Topeka, Kansas, donde Charles Fox Parham dirigía a los seguidores de su Escuela Bíblica de Santidad en una celebración extática del bautismo en el Espíritu Santo. Agnes Ozman, que no sabía chino, afirmó que durante los tres días posteriores estuvo hablando chino y escribiendo caracteres chinos". Aparte quedan los discursos televisivos del predicador episcopaliano Donnie Swaggart (los pueden ver en You Tube), puro"chamanismo americano", cuenta Bloom.
La incidencia de la cultura televisiva en la Convención Baptista Sureña, hijos nostálgicos de la Confederación del general Lee, se asocia aquí al fundamentalismo reinante del reverendo Criswell. "Te ahorrabas la carga de tener que leer la Biblia por ti mismo. Criswell lo haría por ti, y te aseguraría que su significado esencial era la infalibilidad". Se habla aquí de un odio al lenguaje y a la libre interpretación. Se busca a Cristo (al Cristo americano) más allá de la mediación, más allá de la ambigüedad, en uno mismo.
Bloom, judío agnóstico, repite varias veces, sorprendido, que 8 de cada 10 estadounidenses piensan que Dios les ama personalmente, que Dios les corresponde en el sentimiento. En los dólares y centavos del país se puede leer el lema: "In God we trust".

'La religión americana', de Harold Bloom. Taurus, 2009. 22 euros. 288 páginas.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Un militar quiso vengar a su hija y mató al joven equivocado

Lo llamaron a la comisaría de Villa Las Rosas, en Traslasierra, para que firmara una contravención de tránsito. Fue el miércoles y por fin llovía. Luis Oscar Ledesma, ex militar de 55 años, llegó tranquilo y no se resistió, aunque su cara se volvió mármol cuando le dijeron que quedaba detenido por homicidio. Sabía de qué le estaban hablando. De aquella mañana de octubre de 1999 cuando, tras planearlo mucho, le voló la cabeza a un chico de 18 años con una 9 milímetros.

Este es, por ahora, el final de una historia terrible que comenzó con una desobediencia: la de una hija de Ledesma. El 28 de marzo de 1999, Elizabeth (20) se escapó a bailar con una prima y dos jóvenes a Carlos Paz. Volvían agotados y felices, cuando en una curva el auto en que viajaban se dio vuelta. Elizabeth murió. Sus tres acompañantes sobrevivieron. Ledesma, estragado por el dolor, juró venganza contra el conductor del auto, Enzo Romero (22).

Siete meses después, el 29 de octubre, un Peugeot 504 y otros dos autos interceptaron en las afueras de la ciudad de Córdoba a una Trafic blanca de Arcor, donde trabajaba Enzo.

Un hombre armado se asomó a la ventanilla, preguntó a los dos jóvenes aterrados quién de ellos era Romero y, cuando uno asintió, le disparó sin piedad.

Lo que sigue parece de ficción pero no lo es: el asesino se equivocó de víctima.

El muerto no era Enzo Romero, quien hacía tres meses que ya no trabajaba en la empresa, sino Damián Romero, un pibe de 18, hijo de una empleada de limpieza. Ese día, este muchacho pagó con su vida el extraño designio de tener el mismo apellido de la obsesión de Ledesma y trabajar en la misma empresa.

"Suponemos que Ledesma hizo inteligencia, pero mal. Que siguió a la víctima equivocada y que, junto a otros que ahora estamos buscando, porque está claro que no actuó solo, ejecutó al chico a quien acusaba erróneamente por la muerte de su hija", relató el fiscal Pedro Caballero.

¿Y por qué recién ahora logró detenerlo? ¿No había testigos, acaso?

Había, pero tenían miedo de declarar. Este es uno de esos casos en que no existe una prueba directa sino una serie de indicios que a veces no alcanzan para detener. Ahora hemos logrado una suma tal, que pudimos arrestarlo y allanar su casa en Villa Las Rosas.

El tema del domicilio no fue menor. Desde el asesinato de Damián Romero, Ledesma se mudó desde La Calera, a unos 20 kilómetros de la capital cordobesa, hasta Deán Funes, en el norte; y hace algún tiempo se asentó en Traslasierra. Allí, este suboficial retirado y veterano de la Guerra de Malvinas, se dedicaba a la cría y venta de cerdos. Con su esposa de siempre tuvo otra hija.

"En su casa pudimos secuestrar una 9 milímetros que irá a peritaje -siguió Caballero- y una serie de recortes del diario La Voz del Interior en los cuales, desde hace años, se hablaba del caso".

Ledesma está acusado de homicidio simple y, según el fiscal, "a esta carátula sólo se le puede sumar la alevosía", ya que lo cometió antes de la Reforma Penal de 2005.

Como ha pasado tanto tiempo y puede prescribir, Caballero deberá elevarlo a juicio antes de que transcurran dos años. Pero, en círculos judiciales, descartan que eso ocurrirá mucho antes, "ya que el fiscal ha trabajado tanto que tiene casi todo el expediente listo".

domingo, 15 de noviembre de 2009

Inmersión en los maestros del miedo

Colección 'Maestros del terror'
"Es evidente que nos precipitamos hacia cierto conocimiento apasionante, cierto secreto que nunca debemos comunicar y cuyo conocimiento acarrea destrucción". El aviso del narrador de Manuscrito hallado en una botella, el mítico relato de Edgar Allan Poe, tiene mucho de teoría particular sobre la literatura de miedo. Una teoría que también podría resumirse así: el conocimiento de algunos secretos destruye. Y también: igual que no querríamos seguir leyendo los cuentos que nos aterrorizan, no podemos dejar de hacerlo.
Ahora EL PAÍS pone al alcance de sus lectores una colección de 20 libros para adictos al escalofrío: Maestros del terror. El próximo domingo, gratis con el periódico, se distribuirá el primer volumen de la serie, una selección de los mejores relatos de H. P. Lovecraft, el pionero de la moderna literatura de horror. Con cuentos como El alquimista, Más allá del muro del sueño o La tumba, el escritor estadounidense se consagró como el renovador de un género que pasó del gótico y los fantasmas al espanto basado en criaturas y lugares fantásticos.
Los siguientes títulos podrán conseguirse por un euro junto al diario los lunes y miércoles. A Lovecraft le seguirá el otro gran padre del relato de terror: E. A. Poe, uno de los escritores más influyentes de la literatura moderna si tenemos en cuenta la propia influencia que ejercieron sus admiradores, de Baudelaire a Dostoievski pasando por R. L. Stevenson y Borges. Sin olvidar a Julio Cortázar, autor de las traducciones de relatos como Berenice, El corazón revelador, El tonel de amontillado o el citado Manuscrito hallado en una botella, incluidos en el volumen que se distribuirá con este diario.
Los relatos de Arthur Conan Doyle, Guy de Maupassant, E. T. A. Hoffmann o Bram Stoker, creador de Drácula, forman parte también de una colección en la que la literatura hispanoamericana tiene a sus más altos representantes en el género: los españoles Gustavo Adolfo Bécquer y Emilia Pardo Bazán y el uruguayo Horacio Quiroga. El romanticismo de raíz popular de las leyendas del primero y el realismo visionario de los relatos de la segunda se complementan con la retorcida imaginación de Quiroga, precursor del realismo mágico que triunfaría con los autores del boom. Relatos suyos como La gallina degollada o El almohadón de plumas demuestran que, mirados con detenimiento, son los objetos cotidianos los que más miedo producen.
Ésa es la gran lección de los clásicos modernos reunidos en Maestros del terror. El suyo es un miedo sin sustos, sin trucos, dirigido a la inteligencia.

'Le cortó los testículos, se los metió en la boca y le cosió los labios'

Crímenes durante la dictadura Argentina
Argentina revive el horror de los autos de fe durante la ‘guerra sucia’ de la dictadura militar (1976-1983). Un policía de ese régimen confesó el viernes a la Justicia cómo los verdugos caparon al subcomisario Ricardo Albareda –37 años, sospechoso de colaborar con la guerrilla- y luego engulleron una barbacoa frente a la víctima agonizante.
Foto: elargentino.comFoto: elargentino.com
En la sala de audiencias, a los jueces del Tribunal Oral Federal 1 de la ciudad de Córdoba (centro) se les descomponía el rostro aguantando el deseo de vomitar a medida que Ramón Calderón, ex guardia del campo de concentración "El Embudo", avanzaba con su relato sobre la ceremonia de eviscerar, propia de Tomás de Torquemada.
El 26 de septiembre de 1979, según contó, Calderón cumplía servicio en "El Embudo", que dependía del Departamento de Inteligencia de la policía cordobesa y funcionaba en un chalé. Vio llegar a sus jefes arrastrando a un hombre con uniforme policial, al cual ataron con alambres a una silla. Era Albareda.
La pandilla de secuestradores estaba encabezada por el inspector general Raúl Pedro Telleldin, 51 años. Y le seguían sus lugartenientes Calixto Luis Flores, Américo Pedro Romano, y Hugo Cayetano Britos, todos ellos oficiales del Departamento de Inteligencia (D2), la temible ‘gestapo’ de la policía en Córdoba.
"Ahora vas a ver lo que le pasa a los traidores", amenazó Telleldín antes de dar la orden a Britos que degradara al subcomisario arrancándole los galones y otros distintivos de la fuerza. Enseguida propinaron a Albareda una paliza de muerte y Telleldín extrajo una sevillana del bolsillo y se calzó guantes de látex en las manos.
'Ahora vas a ver lo que le pasa a los traidores'
"Usted Albareda está en la tierra por el peso de las bolas. Se las voy a cortar y se va a ir al cielo", avisó el inquisidor, a la vez que sus esbirros subían a tope el volumen de la radio para tapar los alaridos que iba a proferir el torturado. Entonces cortó la bragueta del pantalón y tomando los testículos, se los amputó.
Con la mano en alto, Telleldín agitaba el ‘botín’ ensangrentado y gritaba como un poseído a sus esbirros: "¡Esto mismo les va a pasar a ustedes cuando no cumplan las órdenes!". Luego introdujo los testículos en la boca de Albareda y, usando hilo y aguja, le cosió los labios. A la vez, Romano rociaba con whiskey la zona genital castrada.
Culminada la faena, los verdugos se deleitaron con un asado a las brasas, frente a lo que para entonces quedaba de Albareda, que demoró dos horas más en morir allí desangrado. Telleldín dio la orden a Calderón que limpiara el suelo con lejía, antes de cargar el cadáver del subcomisario en el maletero de un coche y hacerlo desaparecer hasta hoy.
Este crudo testimonio ha sido crucial en el juicio a Britos, Romano y Flores que lleva adelante el tribunal de Córdoba. Se supone que Telleldín murió en 1983 en un accidente de coche, aunque muchos sospechan que vive escondido en la Patagonia. Su hijo, Carlos, estuvo imputado en el ataque terrorista a la mutual judía AMIA, que causó 86 muertos en 1994.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La novela policial

  1. Intoducción
  2. Orígenes del policial francés
  3. Desarrollo del policial francés
  4. Policial inglés
  5. Sherlock Holmes –Maigret , dos personajes , dos estilos
  6. Conclusión:
  7. Bibliografía
INTODUCCIÓN:
El presente trabajo, que corresponde a un requerimiento de la cátedra de Lengua y Literatura, consiste en la presentación de un informe referente a un tema relacionado a la literatura policial inglesa. La temática se debe a que en el primer y segundo trimestre, del corriente año, los alumnos de 9° año E.G.B leyeron, en dicha materia y, en el espacio "Salven a los Clásicos", una novela perteneciente a ese género,"Estudio en Escarlata" de Arthur Conan Doyle
Luego del análisis detenido de los temas, el tema seleccionado fue " El racionalismo del policial inglés frente al romanticismo de la novela policial francesa". Se optó por este tema debido a que, por una parte, otro de los libros leídos durante el año "El Matadero" de Esteban Echeverría pertenece al movimiento Romántico, por lo que se estableció rápidamente una relación entre ambos movimientos, ya que, la edición utilizada, incluye un paratexto interesante sobre el Romanticismo. Por otra parte, el racionalismo ha sido abordado a lo largo del año escolar en otras áreas curriculares tales como Historia y Plástica.
Para desarrollar el tema seleccionado, después de una primera lectura del material recopilado se organizó un recorrido, tratando de ir de lo más general a lo más particular. Para ello, en primer lugar se hará referencia al origen de la novela policial francesa. En segundo lugar, se abordará el legado que dejaron los autores de cada clase de novela policial para luego realizar una comparación entre los representantes más significativos, con sus respectivos personajes, de cada novela policial. Es decir que el plan textual queda diseñado del siguiente modo:
  • ¿La presencia de la novela policial inglesa en los orígenes de la novela policial francesa?
  • Desarrollo de la novela policial francesa, con sus escritores más trascendentales
  • La novela policial inglesa, sus escritores más importantes
  • ¿Sherlock Holmes y Maigret, dos personajes, dos estilos?
  • Conclusión.
A lo largo del proceso realizado en la construcción del presente informe, se consultaron diferentes fuentes bibliográficas para ello se recurrió a la biblioteca del Colegio San Bartolomé y a bibliotecas particulares, paralelamente, se buscó material en la Red
El racionalismo del policial inglés frente al romanticismo de la novela policial francesa
Para abordar el tema seleccionado, se considera oportuno comenzar por la descripción de ambas novelas policiales
LOS ORÍGENES DE LA NOVELA POLICIAL FRANCESA
La novela policial inglesa influyó notoriamente en la francesa, como se verá a lo largo del presente trabajo. Pero la novela policial francesa tiene un origen muy particular.
La novela policial francesa, comienza a partir de la aparición de Eugene Fraçois Vidocq, un delincuente, deserto presidiario evadido y enemigo público. Su enorme conocimiento acerca de la operatoria delictiva, sumado al atraso de la policía de la época en cuanto a métodos de investigación criminalista, hicieron que Vidocq pasara a ser el confidente de la policía: Dos años mas tarde, fundó la Sureté, hoy en día es el cuerpo de policía en Paris. Como su jefe, crea la primera agencia de detectives privados en Francia. En el desempeño de sus funciones, privilegiaba la acción más que la deducción, por tal motivo, se disfrazaba y se mezclaba con delincuentes para enterarse de diversos crímenes. Estas cualidades servirían, años mas tarde, de modelo para el personaje típico del género policial francés.

DESARROLLO DE LA NOVELA POLICIAL FRANCESA
Es con Emile Gaboriau (1832-1873) con quien comienza la novela policial francesa. Gaboriau comenzó escribiendo novelas folletinescas y se convirtió en un típico representante de éstas. Crea a su héroe Monsieur Lecoq un policía parisino.
Gaboriau influyó sobre Conan Doyle, éste a su vez influyó al escritor francés Maurice Leblanc, pero de una manera muy particular. Maurice Leblanc inventó a Arsenio Lupin para que fuera un héroe totalmente distinto a Sherlock Holmes. Tiempo más tarde Lupin sería uno de los representantes mas significativos de la novela policial francesa.
Lupin se construye como un mito, gracias a su inteligencia prodigiosa y a su actividad devoradora que lo llevaban a resolver los casos de una manera fenomenal. Cuando Leblanc escribió Los tres crímenes de Arsenio Lupin ya no quedaban dudas: Lupin, prisionero en la Santé, jefe de policía, vengador del honor nacional y amante desesperado, era verdaderamente un superhombre.
El mito de Lupin es durante un momento de la sensibilidad francesa, se tendría que agregar que se trata de un momento de decisiva importancia ya que bajo la influencia de Leblanc cambia toda una forma colectiva de soñar. Existía antes a Lupin el folletín, donde reinaba el melodrama, una imaginería del tiempo de las diligencias, mismo respondía a una larga tradición. Se produjo entonces una gran transformación, la acción se convirtió en investigación y fue dirigida por el razonamiento. También surge la imaginería también nueva, deslumbrante y grandiosa a la vez. Leblanc, rescata del olvido decorados por ejemplo: la guillotina, los cafés, Paris, entre otros.
Leblanc creo todas las situaciones claves de la novela policial más moderna: el narrador resulta ser el culpable, Lupin resuelve los problemas mas asombrosos obteniendo soluciones mejores que las que encuentra Dickson Carr, el autor utiliza con feliz virtuosismo los recursos más sutiles de la deducción.
Otro escritor determinante fue Gaston Leroux, quien era especialista en folletines y contaba las aventuras de su joven y audaz detective llamado Joseph Rouletabille. Leroux tal vez aportó más a la novela policial que Leblanc debido a que vulgarizó los métodos de Sherlock Holmes. La historia popular se convierte en el ejemplo típico de la narración fascinante, imprevisible y prodigiosa.
Leroux es por excelencia el realizador escénico de la revelación inesperada, increíble, imposible y necesaria. Después de él y gracias a él se iban a poder traducir los trabajos de autores anglosajones ya que el público ya estaba preparado para recibirlos favorablemente. Por tal motivo, a partir de 1927 las primeras grandes colecciones policiales obtuvieron un éxito impresionante. Los novelistas anglosajones de gran tirada, ya habían comenzado a ser traducidos y publicados en forma irregular. La novela policial se estaba imponiendo como un género nuevo. L`Empreinte, bajo la dirección de Alexandre Rallí, difundió en la misma época las mejores novelas policiales inglesas. El mérito de Rallí residió en haber seleccionado textos característicos, que sirvieron rápidamente de modelo a los autores franceses. Los escritores franceses no eran inferiores a sus rivales anglosajones. Si bien aceptaban la rígida disciplina de la novela-problema, buscaban, más o menos conscientemente, liberarse de las reglas formuladas por Van Dine.
En vísperas de la segunda guerra mundial, la novela policial francesa todavía buscaba su camino. Produjo obras notables pero siempre inspiradas de algún modo por los escritores anglosajones. Sólo Simenon se liberó de esa influencia y extrajo de sí mismo un universo novelesco de admirable originalidad y creó a Maigret.
LA NOVELA POLICIAL INGLESA
El publico inglés, se volvió aficionado a la novela policial después de la aparición de Conan Doyle. Gracias a él, la short story se convirtió en un producto de consumo masivo y la industria "policial" hizo su aparición. Pero la short story ya no resultaba suficiente, por eso apareció el libro policial, con longitud, división en capítulos.
El camino para que la novela policial pudiese ser dividida en capítulos, fue gracias a la creación de Watson efectuada por Conan Doyle. Watson, representaba maravillosamente al lector de buena voluntad que se esfuerza por comprender pero que siempre resulta engañado. El lector aprenderá rápidamente las astucias del escritor por lo que éste se verá obligado, entonces, a inventar crímenes cada vez más raros, y en circunstancias cada vez más extraordinarias. La novela policial se esforzará por realizar un mito: el crimen perfecto. La noción del crimen perfecto domina toda la literatura policial inglesa de la preguerra pero es contradictoria, tal como lo indica la palabra, nunca es descubierto y sólo el mismo criminal podría escribir la historia. Sin embrago trata de hacer que la novela conserve una fuerza vital: el crimen perfecto es más terrible, más atrayente por lo que provoca mayor curiosidad. Para los autores, el crimen perfecto significa solamente juego perfecto, siendo una combinación suprema de suerte y de habilidad.
La novela policial sólo tiene el valor de una cómoda notación y cuanto más simple es mejor. Sin embargo, resulta frecuentemente rebuscado, presuntuoso y arruinado por falsas elegancias. El autor ingles, forzado a realizar obras largas, describe personajes estrafalarios y decorados convencionales. Además cree que lo propio de un espíritu distinguido es de observar desde lejos y por encima, irónicamente, las reacciones de los protagonistas. Los detectives, siempre serán aristócratas o gente de buena educación que se inclinará sobre los enigmas sin comprometerse. La novela inglesa tendrá con frecuencia un tono extravagante, pero no un verdadero acento. A través de toda la novela inglesa hay un esfuerzo por valorizar el género.
El autor que llevó esta nueva técnica a la perfección fue Agatha Christie (1891-1976), quién comenzó a escribir a raíz de una apuesta con su hermana. Por tal motivo nació su primer libro, donde aparece un detective que luego sería famoso: Hercule Poirot. Cuando se cansó de él, inventó otros héroes que tuvieron éxito. Demostró poseer una imaginación muy original, además encontramos en ella una seguridad tal en el desarrollo de la intriga y una simplicidad tal en la construcción que son verdaderamente ejemplares. El lector, experimenta primero una sensación de aburrimiento – la provincia inglesa, con sus nieblas y sus policías molestos. Los personajes son caracteres, son sólo manías e ideas que superaban la astucia criminal. Además contribuyó considerablemente a la fijación de los lugares comunes de la novela-problema y que los personajes debían encontrarse en un lugar aislado. En sus relatos, y en la mayor parte dad las novelas policiales inglesas, habrá muchos sospechosos y uno de ellos siempre será considerado por el lector el único acusado posible. Finalmente, la novela terminará con la reconstrucción del crimen, cuyo resultado será el descubrimiento del asesino, quien será siempre aquel dad quien menos se sospechaba. El detective, por su parte lo sabía desde hacia tiempo pero quería obligar al asesino a desenmascararse solo.
Los anglosajones tienen un sentimiento de la justicia que se diferencia de América Latina y también de Francia. En Inglaterra la ley protege al acusado. La policía inglesa se ve obligada por eso a desplegar más sutileza, más inteligencia que la francesa; trata de acorrala al enemigo al pie de fijas. Por tal motivo, la investigación absorbe todo, personajes y situaciones. Únicamente se mantiene el detective.
La novela policial continuaría por el camino que le señaló Christie y varios escritores célebres concibieron la novela policial del mismo modo que ella. Dorothy Sayers, uno de ellos, estudio detenidamente la novela policial y llegó a la conclusión de que la novela problema era la forma definitiva, adulta y satisfactoria del género inventado por Poe. Otro de dicho escritores, G.K Chesterton, sostenía que lo principal era el problema y cuanto más absurdo es, más intenso será el placer. Además concebía el cuento policial como una especie de fábula.
Un autor que habría ocupado un lugar preponderante en la historia de la novela policial inglesa fue John Dickson Carr ya que fue el más dotado para lo fantástico, sin embargo, sacrificó enteramente el arte a la técnica y buscó incesantemente asombrar al lector, se esfuerza por inventar situaciones que puedan impresionar a la imaginación, en una palabra, incorpora lo sobrenatural a sus relatos.
El enigma del local cerrado, enriqueció la literatura policial, en la medida en que puso de manifiesto la relación que existe entre lo fantástico y lo racional. Pero esta relación se fue sintiendo en forma cada vez más fuerte y la novela policial fue entrando así rápidamente por la vía del suspenso.
Pero un autor muy importante, y que anticipa la novela policial moderna es Francis Iles, conocido mejor como Anthony Berkley. Sus novela rompen deliberadamente2 con la novela-problema y eligen al asesino como su héroe. Esto significa, en alguna medida, renunciar a la novela policial, eliminar la investigación. Para poder devolverle a la novela policial la vida que empezaba a perder, sería necesario abandonar el razonamiento.
Este problema lo soluciona Roy Vickers, de la siguiente manera: desde el principio se sabe quien es el asesino pero se reintegran cuidadosamente la investigación y el razonamiento en el relato. El detective sigue siendo el personaje principal, pero pierde su condición de superhéroe. Con Vickers, la historia policiales vuelve cotidiana, las motivaciones del culpable son simples y humanas.
¿SHERLOCK HOLMES Y MAIGRET, DOS PERSONAJES, DOS ESTILOS?
Por un lado se encuentra a Arthur Conan Doyle, perteneciente a la oleada racionalista, con su detective consultivo Sherlock Homes, por el otro Georges Simenon, escritor Romántico, con su comisario Maigret.
Sir Arthur Conan Doyle, nació el 22 de mayo de 1859 en Escocia y murió en 1930 en el Condado de Susex. Fue el escritor más importante de novelas policiales inglesas y dio origen al mejor detective de ficción, Sherlock Holmes. Estudió medicina, donde conoció al doctor Bell quien fue modelo para la creación de dicho personaje. Mientras que
Georges Simenon, nació en Bélgica en 1903 y murió en 1989. Ocupa un lugar de honor en la narrativa policíaca. Él intenta expresar una verdad humana, valida aquí y ahora, un drama del ser humano que pone en peligro la existencia. Rechaza lo imaginario aun cuando decide respetar la técnica de la novela policial. Siempre reemplazaba lo maravilloso y lo fantástico por lo humano. Sus novelas ofrecen intensos retratos psicológicos de personajes que se mueven en un mundo de soledad y hastío frente a la derrota.
Maigret era un comisario, su fuerte no era el razonamiento ni las deducciones. Trata de comprender. Es ante todo "analista" más que las huellas cuentan para él los gestos. Para Maigret resolver el enigma no significa descubrir el método del asesino sino, tratar de vivir la crisis psicológica que provocó el drama. En contraposición, está Sherlock Holmes, el detective más famosos del mundo, quien es un gran observador, sagaz y sospecha de todo. Es engreído y obsesivo por la perfección de sus deducciones. Trabaja para agencias privadas de detectives, es ciclotímico y no le teme al esfuerzo físico. Holmes se popularizó por su uso del pulcro método deductivo que lo caracteriza.
CONCLUSIÓN:
A partir del presente trabajo llegamos a conocer profundamente las diferencias y similitudes entre la novela policial inglesa y la novela policial francesa, por lo que, personalmente me interesé más en este género, aunque concuerdo con Ronald Knox "... la novela policial morirá el dia en que todos los temas y todas las permutaciones hayan sido empleadas y en que un autor, apenas trate de poner en funcionamiento alguno de sus recursos, escuche al lector exclamar fastidiado: ¡Ya lo conozco!
En cuanto a la ayuda recibida de la profesora, me sirvió mucho ya que me corrigió fuera del horario escolar los borradores. Muchas gracias Adriana
BIBLIOGRAFÍA
  • Enciclopedia Universal Sopena, Editorial Ramon Sopena S.A., 1995 Barcelona. Tomos: I-III-IX-X-XIII-X
  • Enciclopedia Encarta 2000
  • Estudio en Escarlata, Editorial Cántaro, Buenos Aires 2001
  • La novela policial
  • Paginas web utilizadas:
Monografías.com Trabajos de Pablo Cazau Licenciado en Psicología y Profesor de Enseñanza Media y Superior en Psicología. Ejerce la docencia en las Cátedras de Psicopatología, Problemas de Aprendizaje, Epistemología, Didáctica General y Diseños Experimentales.


Juan GF
juangf_jcr[arroba]hotmail.com

REPORTAJE: Locura de novela negra

Docenas de libros policiacos llegan cada mes a las librerías, con autores de todo el mundo que, además de intrigas, retratan su tiempo.

La novela negra nunca ha dejado de estar de moda, pero ahora es la locura. Salen una media de 30 novedades al mes y la mitad son títulos de nuevos autores. Hay para todos los gustos y las mejores son las que, además de una trama interesante, cuentan una sociedad y su tiempo. Por ejemplo, El huracán (RBA), del estadounidense James Lee Burke, del que ya habíamos leído Lluvias de neón o Los prisioneros del cielo, protagonizada, como ésta, por el policía Dave Robicheaux. Se desarrolla en Nueva Orleans, azotada por el huracán Katrina. El paisaje que nos describe Burke es dantesco; las imágenes, surrealistas. Saqueadores, delincuentes, francotiradores, pirómanos, gente que intenta escapar, gente que prefiere morir en la ciudad inundada y buena gente que intenta ayudar a los demás.
La lectura del británico John Connolly produce una sensación similar a un puñetazo en el estómago. Desde la primera, Todo lo que muere, hasta la que acaba de publicar, Los hombres de la Guadaña (Tusquets/Bromera), el escritor, que sitúa sus historias en Estados Unidos, se dedica a analizar las raíces y la necesidad de la violencia. En esta ocasión el detective y ex policía Charlie Parker aparece en segundo plano. Los protagonistas son sus amigos Louis y Angel, que son perseguidos por alguien que ignoran. Habrá que regresar al oscuro pasado de Louis y al de su mentor, el misterioso Gabriel, para poder responder a la amenaza. No se la pierdan.
Donna Leon, como siempre, dispara contra todo lo que se mueve. Su comisario Brunetti se enfrenta en La otra cara de la verdad (Seix Barral/Edicions 62) a la ecomafia, el negocio del transporte ilegal de residuos. Como en otras novelas suyas, da un giro radical a la historia y aborda un tema de honor, el de un rico empresario, su inteligente esposa que exhibe un imposible lifting facial y el mafioso de turno. También la Mafia está en el punto de mira de Camilleri. En Ardores de agosto (Salamadra/Edicions 62), se muestra en plena forma. Cuanto mayor y melancólico se siente su comisario Montalbano, más cañero está su creador. Seguimos en Italia y seguimos con la Mafia. Giancarlo de Cataldo. El escritor y juez del tribunal de casación de Roma relata en Italia Cosa Nostra (Roca) la época caótica que siguió a los asesinatos de los jueces Falcone y Borsellino, cuando se quebró el delicado equilibrio entre el Gobierno y la Mafia. Petros Márkaris nació en Estambul y, tras estudiar ciencias económicas en Viena y Stuttgart, se instaló en Atenas. Es el camino que hicieron muchos de sus compatriotas. Éste es el tema principal de Muerte en Estambul (Tusquets), las relaciones entre Estambul, a la que los griegos siguen llamando Constantinopla, y Atenas, entre Grecia y Turquía, y entre ambas y la Unión Europea.
Monique Lamont, fiscal de distrito de Massachusetts, ambiciosa y aficionada a acaparar portadas de diarios, es la protagonista de El frente (Ediciones B), de Patricia Cornwell. Para desesperación de sus colaboradores, que la consideran una política desalmada, opina que la gente quiere problemas criminales en los diarios. Por eso decide que se investigue el asesinato no resuelto de una joven inglesa ciega, que podría haber sido la primera víctima del Estrangulador de Boston. El camino difícil (RBA), del británico residente en Estados Unidos Lee Child, es otra de esas novelas que dan que pensar. La mujer y la hijastra de un ex militar, Edward Lane, han sido supuestamente secuestradas. Su anterior esposa fue secuestrada y asesinada. Lane posee una empresa militar privada. Trabajan para el Pentágono y a veces contra él. Envían mercenarios a Irak o a Burkina Faso. Fundamentalmente, explica el escritor, ese tipo de empresas sirve para que el Pentágono escape de la supervisión del Congreso. Años cincuenta y sesenta. El norteamericano James Ellroy lo explica muy bien en el prólogo del libro de relatos Noches en Hollywood (Ediciones B). Los recuerdos permanecen fijos: Los Ángeles, su ciudad natal en los cincuenta. Y la memoria: el lugar donde las evocaciones personales colisionan con la historia. Con humor, brutalidad y realismo. Walter Mosley, el creador del detective negro Easy Rawllins, también se mueve por Los Ángeles a finales de los sesenta en Rubia peligrosa (Roca).
Tras los éxitos de Mankell y Larsson, los títulos suecos se disparan. Hakan Nesser aporta La mujer del lunar (RBA), una mujer que planifica la muerte de cuatro hombres que se cruzaron en su vida y en la de su madre. El comisario Von Veeteren le sigue la pista de cerca. Dinero fácil (Suma de Letras) es el primer título de Trilogía Negra de Estocolmo, de Ted Lapidus, un retrato espeluznante de los bajos fondos de la capital sueca, donde apenas hay policía pero sí mucha gente de mal vivir. Hay novelas policiacas que te dejan buen cuerpo. Por el humor, por el argumento o por la originalidad. Alexander McCall Smith, nacido en Zimbabue, residente ahora en Escocia, es un viejo conocido. Por su serie La primera agencia de mujeres detectives de Botsuana y por su amor a África. La agencia cuenta con dos trabajadoras: Mma Ramotswe, la directora, y su ayudante, Mma Makutsi, un pelo marisabidilla y un pelo intolerante, pero Ramotswe lo soluciona todo con un humor contagioso. En Zapatitos azules y felicidad (Suma de Letras), resuelve los casos más divertidos, como el de la cocinera que temía perder su empleo.
Los crímenes de Ardeshir Villa (Siruela), de la escritora india Kalpana Swaminathan, recuerda a las novelas de Agatha Christie, pero en la India, con una gran fiesta y muchos personajes fascinantes. Todos o casi pueden ser culpables. Las protagonistas son Lalli, una antigua policía que se dedica a resolver los casos irresolubles, y su sobrina, que va para escritora. Trago amargo (Roca), del mexicano F. G. Hachenbeck, no es tan amarga como parece: cada capítulo se inicia con la receta de un cóctel y con la historia de éste. La realidad y la ficción se mezclan: John Huston y su troupe están en Puerto Vallarta para rodar La noche de la iguana. Allí están Ava Gardner, Sue Lyon, Richard Burton y Elizabeth Taylor. Como era de esperar, se produce un asesinato, y Sunny Pascal, mitad mexicano, mitad gringo, mitad alcohólico y mitad surfer es el encargado de mantener a raya a chantajistas, ladrones, asesinos... y actores.
¡El club de los pirómanos para incendiar casas de escritores (Duomo), del estadounidense Brock Clarke, no debe perdérsela nadie que tenga ganas de pasar un buen rato. Sam, un adolescente, se introduce en la casa de Emily Dickinson y provoca involuntariamente un incendio que arrasa con la casa museo y con una pareja de profesores románticos que retozaban en una de las habitaciones. Los jueces son benévolos con él y sólo pasa 10 años en la cárcel. Sale dispuesto a rehacer su vida, se casa y tiene dos niños. Todo va bien hasta que empiezan a arder las casas de Edith Wharton, Mark Twain o Nathaniel Hawthorne.

¿Cómo se escribe una novela negra? por Mariano Sánchez Soler

Aunque, como autor, he reflexionado poco sobre el acto creativo y sobre la técnica narrativa que utilizo al escribir mis novelas, me veo en la obligación, debido a las intensas pesquisas realizadas desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de mostrar la flor de mi secreto: cómo se escribe una novela negra. Bien, la suerte está echada. Como dijo Jack el Destripador: «Vayamos por partes». 1. La búsqueda de la verdad. Si el objetivo de cualquier aventura, de cualquier creación artística, es la búsqueda de la verdad (y si no, que se lo pregunten a Alonso Quijano), la novela negra es la expresión más nítida de esta indagación literaria. Su objeto narrativo nace de la necesidad de desvelar un hecho oculto/misterioso que nos mantiene sobre ascuas. A través de sus páginas, el autor se propone, además, desentrañar el impulso escondido que mueve a los personajes y que justifica la existencia del relato desde el principio al fin.
2. La intriga: del quién al cómo. Una novela negra debe escribirse con esa voluntad de intriga, de revelación; cada capítulo, cada página, tiene que conducir al lector hasta la conclusión final sin concederle el más mínimo respiro. Sin embargo, a diferencia de la novela rompecabezas clásica (Christie, Conan Doyle...), que cimentó la gloria de la novela policíaca desde los inicios de la era industrial, en la novela negra escrita a partir de Hammett, con la corriente hard-boiled (duro y en ebullición), tanto o más importante que saber quién o quiénes cometieron un hecho criminal es descubrir cómo se llega hasta la conclusión. Ahí está Cosecha roja, del gran Dashiell, cualquiera de las novelas de Chandler o el Chester Himes de Un ciego con una pistola como ejemplos del cómo. También es importante el por qué, aunque su respuesta puede resultar secundaria en una sociedad como la nuestra, en la que, como todo el mundo sabe, es más rentable fundar un banco que atracarlo.
3. La acción esencial. Si en la definición clásica de Stendhal «una novela es un espejo a lo largo de un camino», la novela negra es una narración itinerante que describe ambientes y personajes variopintos mientras se persigue el fin, la investigación, la búsqueda. La acción manda sobre los monólogos interiores, y la prosa, cargada de verbos de movimiento, se hace imagen dinámica y emocionante. Es un camino urbano, ajeno a las miradas primarias y a las mentes bienpensantes, donde la creación de personajes y la descripción de ambientes resulta fundamental y exige al autor una planificación previa a la escritura. Aquí radica uno de los rasgos esenciales de la novela negra, que la convierte, de este modo, en novela urbana, social y realista por antonomasia.
4. El argumento. Veamos: aventura indagatoria, intriga, realismo, crítica social, espejo en movimiento... Sin embargo, como diría Oscar Wilde, para escribir una novela (negra) sólo se precisan dos condiciones: tener una historia (criminal) que contar y contarla bien. ¿Y qué debemos hacer para conseguirlo? Antes de empezar a escribir, es preciso tener un argumento desarrollado, una trama en ciernes, un esquema básico de la acción por la que vamos a transitar. Saber qué historia queremos contar: su tema central. Después, al correr de las páginas, los acontecimiento marcarán sus propios caminos, a veces imprevisibles, pero el autor siempre sabrá hacia dónde dirige su relato. Un buen mapa ayuda a no perderse.
5. Lo accesorio no existe. La voluntad de contar una historia y atrapar con ella al lector permite pocas florituras y ningún titubeo. Toda la narración ha de estar en función de la historia que pretendemos escribir. Si leemos 1280 almas, de Jim Thompson, por ejemplo, descubrimos que el novelista escribió una historia exacta, ajustada, sin ningún pasaje prescindible. No en vano, es una obra maestra de la narrativa moderna. Es cierto: una novela criminal puede contener todo tipo de elementos disgregadores de la trama, divagaciones caprichosas, puede cambiar de espejo a lo largo del camino; pero entonces no nos encontraremos ante una novela negra, aunque se mueva alrededor de la resolución de un crimen o se describa un proceso judicial. En la novela negra, como en la poesía, lo accesorio no existe. Un poema puede ser bellísimo, pero si quiere llamarse soneto tendrá que escribirse, como mínimo, en endecasílabos. Es una regla fundamental del juego. Lo mismo ocurre con la novela negra: hay que elaborarla en función de unas reglas (que aquí estoy disparando a quemarropa) aceptadas a priori por el autor. Y para que sea buena literatura, hay que escribirla bien.
6. La construcción de los personajes. Cuestión clave: antes de comenzar a escribir, conviene saberlo todo sobre ellos. Su pasado, su psicología, su visión del mundo y de la vida... Si conocemos a los personajes principales (y muy especialmente al narrador o conductor de la historia, si es uno), el relato discurrirá fácilmente, se deslizará a través de las páginas como el jabón sobre una superficie de mármol y el lector no podrá abandonar el libro hasta el párrafo final. Para ello se aconseja realizar una biografía resumida de los personajes principales, como si se tratara de una ficha policial o un currículum para obtener trabajos basura, dos instrumentos de la vida real muy útiles en la creación literaria.
7. La fuerza de los diálogos. Cuando hablan, los personajes deben utilizar la jerga precisa, sin abusar, con palabras claves, pero sin caer en un lenguaje incomprensible y cambiante. Vale la pena utilizar de manera comedida palabras profesionales. Por ejemplo, si habla un policía, cuando vigila a un sospechoso está marcándole; un confidente es un confite; cuando matan a alguien, le dan matarile... Cada diálogo cuenta una historia, y muchos personajes que desfilan por la novela negra se muestran a sí mismos a través de sus palabras. El diálogo es un vehículo para mostrar su psicología y sus fantasmas. Un ejemplo clásico: Marlowe, en El sueño eterno, se disculpa ante la secretaria de Brody, a la que ha golpeado:
-¿Le he hecho daño en la cabeza? -pregunta el detective.
-Usted y todos los hombres con los que me he tropezado -contesta la mujer.
8. Documentarse para ser verosímil. Para que el lector se crea el relato que se está contando, el autor debe documentarse con el objetivo de no caer en mimetismos fáciles (especialmente cinematográficos). Por ejemplo, en España los jueces no usan el mazo, como los anglosajones, sino una campanita; los detectives españoles no investigan casos de homicidio ni llevan pistola (salvo rarísimas excepciones). Hay que conocer las cuestiones de procedimiento, no para convertir la novela en un manual, sino para no caer en errores de bulto. La verosimilitud lo exige para que el lector se crea nuestra historia. Hay que saber de qué se está hablando. Por ejemplo, de qué marca y calibre es la pistola reglamentaria de la policía española, ¿una pistola es lo mismo que un revólver?, cómo se realiza en España un levantamiento de cadáver..., y tantas otras dudas que surgen a lo largo de la acción.
9. El mundo del crimen. Si la trama que mueve una novela negra ha de ser creíble, los métodos del crimen también. La conclusión de un hecho criminal ha de llegar por los caminos de la razón. En el siglo XXI, los enigmas rocambolescos, los venenos exóticos y las conspiraciones insólitas han sido reemplazados por la corrupción institucional, las mafias, los delitos económicos vestidos de ingeniería financiera o el crimen de Estado. Vivimos en una era post-industrial donde la novela negra es un testigo descarnado de las cloacas que mueven el mundo, más allá del agente moralizador de la burguesía que campaba en las páginas de las novelas-enigma tradicionales. Los tiempos han cambiado y no hay retorno posible. El realismo y la denuncia imponen su rostro literario. Los mejores personajes de la novela negra actual son malas personas, pero, como diría Orwell, algunas son más malas que otras.
Y 10. Advertencia final: nada de trucos. Poe, en "El doble crimen de la calle Morge", inauguró el género policíaco y el género negro posterior al crack de 1929, porque, al escribir esta historia, planteó al lector el juego de descubrir una verdad, en apariencia sobrenatural, con las armas de la razón, a través de una investigación detectivesca. Esa voluntad del novelista, esta complicidad con el lector, exige al escritor no hacer trampas en la construcción de sus historias criminales y plantea, al mismo tiempo, una relación privilegiada con el receptor de sus novelas. Divertir, entretener, emocionar, escribir para ser leído... ¿No es este el objetivo de la Literatura? Hay que jugar limpio con el lector. ¡Las manos quietas o disparo! Para freír un huevo, es preciso romper la cáscara. Siempre.
FIN

domingo, 8 de noviembre de 2009

La magia de redactar

El arte de contar.
Narrar es contar un suceso, hecho, algo que ocurrió y consideramos importante. Todos somos narradores, porque contamos a los demás algo de interés para ellos o para nosotros mismos. Siempre procuramos mantener la curiosidad del interlocutor, deseando crear simpatía o antipatía alrededor del hecho narrado, alimentando uno ola de sentimientos y pensamientos solidarios o adversos.
Cuando los abuelos narran cosas a sus nietos, cuando vamos al cine y luego contamos al detalle y con habilidad las partes del filme. Cuando oímos una información o un hecho que presenciamos y de inmediato nos tienta contarlo a terceras personas. El triunfo deportivo del equipo favorito se convierte en una magistral narración entre amigos, la boda familiar que se desmenuza un día después en una exquisita y sabrosa crónica. Todos en algún momento nos convertimos en narradores. “La literatura aun esta viva porque todos somos creadores”, dice Ryszard Kapuszinsky.
Así sometemos a la narración a una técnica periodística, donde el eje de la conversación gira sobre el personaje, el hecho, el lugar, la acción, el tiempo y los móviles. La estructura informativa de quién, qué, cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué. Probablemente se cuente el final ocho líneas antes de que culmine la historia, como suele ocurrir en una historia literario o novela, y no al principio como sucede en una historia periodística.
El cronista de un medio de comunicación cuenta y narra un suceso, únicamente que lo hace en una computadora o maquina de escribir, para que a su vez sea publicado o transmitido a sus lectores. La calidad periodística, literaria, artística y plástica de cada trabajo publicado -crónica, reportaje, crónica-reportaje- dependerá de muchos factores y circunstancias.
En la búsqueda de un estilo innovador en la literatura en prosa, el escritor vive una crisis creativa cotidiana. De este modo, utilizando lo que el escritor sabe acerca de la escritura, el reportero puede desarrollar un estilo para crear una estructura narrativa con fuerza y vitalidad, para hallar y rastrear la noticia.
El cronista esta obligado, con su enorme capacidad para observar y escribir, no tan solo a interesar al lector en los hechos y en la vida, sino a fomentar en el lector el gusto y el amor por las palabras.
Si escribir es un placer, quien escribe una crónica, un reportaje, un poema en prosa, una novela, debe transmitir ese gusto al lector, para que de igual modo disfrute y goce con la palabra.

La crónica

Es un genero periodístico que cuenta los días y los años que van pasando. Unas veces de manera cronológica, como ocurrió en los primeros tiempos cuando los soldados, catequistas y viajeros narraban los hechos para salvarlos del olvido. Otras, cuando el hecho, los personajes y escenarios se hilvanan para crear un texto narrativo, en que la rigurosidad informativa sea el eje central.
Desde Homero en la Iliada y la Odisea, y en la Biblia, con sus cuatro cronistas-reporteros-ensayistas que la escribieron, que la crónica no es un compendio de hechos relatados de manera cronológica, sino algo mas grande y significativo.
Una crónica es la historia de lo que ha sucedido o esta pasando, que como en cada genero, existen miles de conceptos. Por ejemplo en el periodismo europeo, la crónica se considera un genero de opinión, un relato de los hechos desde una perspectiva personal y opinativa.
En México el escritor Carlo Monsivais define a la crónica “como la reconstrucción literaria de sucesos o figuras donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”. Y según la etimología, la crónica es una narración de hechos históricos, ordenados de manera cronológica.
Las diferencias sobre la definición de crónica son tan precisas que, por ejemplo, en Brasil, la crónica aparece publicada en la pagina de opinión en los diarios: mientras que en México aparece en primera plana, en medio de la información diaria y exaltada como un genero distinguido del periodismo.
Una crónica narra y al mismo tiempo el cronista juzga y cuestiona con exceso lo narrado, así caemos en un estilo editorializado, el texto se convierte en un genero de opinión. Desde luego, cada cronista tiene su técnica para contar cosas y manejar su concepto de la vida. Allí esta la diferencia entre unos y otros.

El escritor Carlos Fuentes cita que la pureza literaria no existe, como de igual manera tampoco podría existir la pureza periodística.
Como estudiantes, podemos adoptar el concepto que mas se identifique con nosotros. Pero en su raíz mas profunda, el trabajo mas completo de un cronista es relatar un hecho, dándole su contexto social, humano, político, económico, antropológico, psicológico y hasta religioso, etc.
Es importante recordar la clasificación universal de los géneros periodísticos:
Géneros informativos: la nota, el perfil, la crónica y el reportaje.
Géneros interpretativos: editorial, articulo, columna, ensayo y caricatura.
Cada uno cumple una tarea y una función en el trabajo diario del periodismo.
Andre Heiskeel, editor de Life, dice que el mismo periodismo es una crónica continua.
Porque mientras los géneros informativos narran, cuentan, informan, relatan; los interpretativos, analizan, reflexionan, cuestionan, orientan y reorientan. Estos pueden mezclarse entre si y crear algún texto híbrido. Lo que el 1965 entre destacados escritores se denomino el Nuevo Periodismo.
La estructura de la crónica se vuelve universal y así como relata un hecho, también anuncia una filosofía de y para vivir; analiza desde la palabra escrita y emite un punto de vista, una guía de acción. Que dices, como lo dices y para que lo dices. El poder de la palabra y de la representación visual del hecho. El hecho concreto y especifico. Todo en conjunto evita que la crónica, como genero periodístico, se olvide la misma mañana en que sale a la calle a través de los diarios.
Una crónica, entonces, es la fotografía de lo que ocurre en la vida de las gentes y las comunidades que viven con sencillez, narrada de modo sencillo para que sea entendida y comprendida por todos. Esta permite desglosar la vida de la gente , con sus dichas y desdichas, alegrías y tristezas, fracasos y triunfos. Un relato social, antropológico y sicológico de las personas.
El cronista puede” hacer un relato sumamente interesante, sumamente dramático”.
  • Crónica épica: narración de acontecimientos de tipo histórico o legendario, que se refiere a batallas o guerras.
  • Crónica costumbrista: su rasgo distintivo es la cronología totalmente realizada, con un tono picante en el texto, y en donde el dialogo costumbrista casi siempre es picaresco y de critica social.
  • Crónica noticiosa: da a conocer un hecho trascendente para uno o varios países. Esto hace presuponer la seriedad y confiabilidad que debe poseer quien la haga, ya que en general se trata de relatos para periódicos y revistas especializadas.
  • Crónica literaria: un relato y con imaginación.
  • Crónica autobiográfica: narración personal de la vida propia como proceso ordenado, en que se citan una lógica temporal, un relato de hechos y una versión de sucesos consumados.
Estas sencillas definiciones resumen los elementos que integran una crónica.
Es necesario saber que una crónica se emparienta y añade, a veces, con la literatura, porque contiene valores estéticos y con el lado humano de las cosas y los hechos, porque “cautiva vivamente al lector”.
En su contenido se dan tres elementos: la descripción del suceso, que incluye las emociones que provocan; y la reflexión y el punto de vista del cronista, por cuando es testigo directo, inmediato, presencial de los hechos.
Una crónica “debe ser escrita de manera literaria de tal suerte que el lector pueda recrearse con su lectura. Claridad, sencillez, precisión y concisión serán claves en la redacción de la crónica”. De los géneros periodísticos, la crónica esta hecha por naturaleza para el disfrute de la literatura , de la palabra, del lenguaje y de los hechos.
Únicamente cuando el reportero ama la vida, la crónica es un compendio de fuerza, energía y poderío narrativo y una guía social, política y ética.
Recordando que en una crónica periodística, el autor va entremezclando los hechos y su opinión.
La rigurosidad informativa y la belleza cadenciosa de la palabra en una crónica, en un texto periodístico cualquiera, no son un artificio que provenga de una norma o una disciplina. Una crónica es ante todo un relato que necesita libertad para crear y recrear los hechos y el lenguaje. Es un relato detallado, principalmente en tiempo de un sucesos. Narra el hecho, la acción, el paisaje, la trama y las ideas y describe a los personajes y a las ciudades.
La crónica descubre y redescubre al mundo, porque es un rostro de la realidad inmediata, la cara cotidiana, un momento estelar en la vida de los hombres y los pueblos.
Es un genero periodístico que entrega a los lectores una visión de la sociedad y la vida. El cronista se nutre y alimenta de los hechos, las situaciones, las vivencias, las experiencias, la investigación y el documento. El relato hablado de las personas y del tiempo, en una crónica, la experiencia humana rige la estructura narrativa. Ser cronista, hacer periodismo, es algo mucho mas que desarrollar, experimentar o practicar un genero periodístico o literario.
De este modo, el cronista informa y reflexiona sobre la manera en que la familia, la escuela, la religión, política, ética y sociedad, mueven al personaje, de que manera la pasión y la reflexión del personaje definen la historia del hecho.
El lenguaje coloquial de la crónica es el puente tendido entre las partes.
Gabriel Garcia Marquez dice que los periodistas debemos reservar una media hora diaria para reflexionar sobre lo que estamos haciendo y como lo hacemos.
Una crónica es un genero periodístico con un valor informativo, con un valor estético y con un valor ideológico. Informativo, porque trasmite el conocimiento de un hecho documentado. Estético, porque como cita Marsillach “todo periodismo debe tener calidad literaria” con frases claras, poderosas, sencillas, rítmicas, sonoras, como en la Biblia, para que el lector pueda saborear la belleza y la ca- chondez de las palabras. Ideológico, porque expresa ideas, maneja ideas y desarrolla ideas.
Los maestros dividen a la crónica en tres ramas:
  • Informativa: amplía y desmenuza el hecho noticioso. Sin la opinión o juicio del periodismo.
  • Interpretativa: un relato subjetivo, mas que informativo. El reportero se documenta con la realidad para dar un significado al fenómeno social.
  • Opinativa: relato de un suceso presenciado o reconstruido por el reportero. Se informa y comenta el asunto que se aborda.
Cada periodista tiene su propia reflexión sobre lo que significa la crónica.
De entre las diferentes definiciones para la crónica, de los teóricos y maestros, Campbell cita: que una crónica narra y cuenta como ocurrió el hecho.
Raymundo Riva Palacio- periodista- dice:
La crónica es un genero complicado que apela indispensablemente a la precisión visual y a la búsqueda incansable del detalle. Llamada “nota de color”, es un genero empleado con mucha frecuencia en los medios impresos. Puede ser redactada en forma cronológica o a partir de un momento climático. Puede ser sobre un acontecimiento determinado o sobre una persona.
Rivas Palacio, sintetiza a las crónicas en dos clases: interpretativa y la impresionista. La primera es un cuadro político como reacción a una polémica coyuntural, la segunda, retrata el ambiente en que se desarrolla el suceso.
Según Monsivais, el concepto de la crónica esta sujeto a los tiempos políticos y sociales.
Una crónica es el testimonio, el espíritu, de la época inmediata. Es así la conciencia moral de cada tiempo y cada vida recobrada y capturada en la palabra. El estilo de vida en el país, el ejercicio del poder , las pugnas entre grupos y partidos, la movilización ciudadana, etc. Representativos de la crónica son los nombres de Gutierrez Najera, Luis G.Urbina, Jose Guadalupe Posadas, John Redd, Martín Luis Guzmán, Salvador Novo, Jose Joaquin Blanco, todos ellos cronistas destacados para principios del siglo XX..
La crónica tomo un nuevo respiro y una mezcla insólita y soberbia de géneros, rayando en el ensayo. Para los años treinta, la crónica -dice Mario Vargas Llosa sobre Azorin- se le cataloga como un genero menor encargado de la experiencia cotidiana y citadina.
Dos corrientes archivan a la crónica: el reportaje como el genero victorioso, el hermano mayor del periodismo, la consagración del reportero, ansioso y a costa de todo por obtener la exclusiva. Y el articulo, patrimonio único de los enterados y doctos como Jose Vasconcelos, Luis Cabrera, Antonio Caso, Vicente Lombardo Toledano. Cada reportero y articulista se siente héroe de la historia.
Durante tres décadas , la crónica mira otra vez al pasado y se convierte en un texto nostálgico. Destacan los cronistas mexicanos Salvador Novo, Renato Leduc Jose Alvarado. Una excepción magnifica son las crónicas de Jose Revueltas, quien testimonian la lucha de clases y en el movimiento de 1968, se trasfigura como héroe civil de miles de estudiantes. Imposible es permanecer ajeno a la vida misma del país. Para entonces la crónica, el reportaje y el articulo, resucitan para narrar una historia. Demostrando así que la crónica jamás ha necesitado del poder para existir, necesita, en cambio, de los lectores.
En el fin y principio de un milenio, la fuerza universal de una crónica también es urdir, tejer, hilvanar, puentes para que los hombres y los pueblos se entiendan y comprendan entre si, mas allá de ideologías, para vivir, mínimo, con dignidad. Todo lo que contribuya al crecimiento social y moral del hombre es el objeto, la esencia misma, de una crónica.
En la nueva estética de la crónica, la descripción exacta de los hechos, la rigurosidad informativa, definen y trazan, el mundo. Conocer, entender, comprender, al hombre es tarea inacabada del cronista y columna vertebral de su narrativa. Mas todavía, ¿cuántos de estos cronistas, escritores o reporteros, además de sobrevivir al olvido y documentar la historia de su tiempo, cambiaron la vida misma?.

La crónica y el género periodístico

Una crónica es una obra literaria que narra hechos históricos en orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo. En una crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona.
Se entiende por crónica la historia detallada de un país, de una localidad, de una época o de un hombre, o de un acontecimiento en general, escrita por un testigo ocular o por un contemporáneo que ha registrado sin comentarios todos los pormenores que ha visto, y aún todos los que le han sido transmitidos. Tales son por ejemplo, las crónicas latinas de Flodoart, canónigo de Reims, y de Guillermo de Naugis y las crónicas francesas de Froissart y de Monstrelet. De todos los países europeos acaso los más ricos en crónicas sean Francia, España, Italia e Inglaterra.
En la crónica se utiliza un lenguaje sencillo, directo, muy personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones. Emplea verbos de acción y presenta referencias de espacio y tiempo. La crónica lleva cierto distanciamiento temporal a lo que se le llama escritos históricos. Por medio de las crónicas se pueden redactar escritos, tomando las opiniones de varias personas para saber si esto es cierto o no, como en el libro Crónica de una muerte anunciada escrito por Gabriel García Márquez.
Las crónicas son también un género periodístico. Se las clasifica como "amarillas" o "blancas" según su contenido. Las "amarillas" tienen material más subjetivo y generalmente la voz autorizada es una persona o ciudadano común; las "blancas" usan material más objetivo y la voz autorizada es, generalmente, la autoridad, un profesional, etc.

Género periodístico

El género periodístico se define en función del papel que juega el narrador o emisor del mensaje en relación a la realidad observada. La noticia pertenece al género periodístico de información por excelencia, y el artículo de opinión el más abierto a la subjetividad. Para algunos autores, son estrategias comunicativas que se organizan y se hacen reconocibles tanto para el emisor como para el destinatario. Los textos que pertenecen al genero periodistico informan a una gran cantidad de lectores sobre sucesos de actualidad. Predominan, en ellos, la funcion referencial o informativa del lenguaje y el estilo forma. En este tipo de texto se previligia el hecho. El periodismo es un método de interpretación de la realidad; para hacer esta interpretación y transmitirla al público se necesitan una serie de filtros, unas fórmulas de redacción, que es lo que llamamos géneros periodísticos.
Algunos teóricos de la comunicación definen los géneros periodísticos como formas de comunicación culturalmente establecidas y reconocidas en una sociedad, un sistema de reglas a las cuales se hace referencia para realizar los procesos comunicativos. Otros autores ven los géneros periodísticos como categorías básicas que construyen la realidad. Los géneros periodísticos se diferencian entre sí con el fin de recoger la complejidad de lo que pasa y exponerlo a los lectores.

Clasificaciones 

Hay gran variedad de clasificaciones de géneros periodísticos. Éstas varían según los diferentes autores y corrientes.
Según la tipología anglosajona, basada en la frase "los hechos son sagrados, las ideas libres", se conocen dos tipos de géneros: los que dan a conocer hechos: la noticia, el reportaje y la crónica y los que dan a conocer ideas: principalmente el editorial y el artículo de opinión.
Según las tipologías latinas se distinguen cuatro grandes géneros: información, reportaje, crónica y artículo o comentario.
Otras clasificaciones distinguen entre:
  • Géneros informativos: hacen una interpretación contextual de la información en la que no aparece explícitamente la interpretación.
  • Géneros interpretativos: aparece explícita la interpretación del periodista.
  • Noticia: Es el género periodístico por excelencia y la base de todos los demás, en ella se informa con el menor número de palabras posibles, de lo fundamental de un hecho o situación.
  • Artículo, comentario o editorial: la presencia del autor es total. El periodista muestra sus opiniones de una manera muy subjetiva, está dando su visión particular sobre un hecho.
  • Crónica: Enmarca lo que ha pasado y lo interpreta, pero directamente sobre los hechos, no hay opinión.
  • Reportaje: Es una narración ampliada, exhaustiva y documentada de un suceso. Se complementa con la fotografía para hacer más comprensible el mensaje. Expone detalladamente descripciones de lugares, sucesos, personas y hechos.
  • Editorial: Es la expresión de la opinión o postura del diario o periódico sobre un tema de interés social. Aparece siempre de manera destacada en las primeras páginas. Se caracteriza por el anonimato, aunque son el director o el consejo los encargados de dar su opinión.
ESTRUCTURA DE LA CRÓNICA
Título a medio camino entre lo literario y lo noticioso
  • - Lead noticioso en el que se ubique al lector sobre el personaje o el hecho
  • - Información organizada de lo más importante a lo menos importante
  • - Integrar los detalles con contexto, diálogos y testimonios
  • - Dejarle claro al lector la cronología (qué sucede primero)